27 de abril de 2009

Con una chingada, cállense ya

En serio, Ya.No.Mamen.

Sobre el posible brote/endemia/epidemia/pandemia de influenza no hay mucho que decir que no se haya dicho seria y paranoicamente, el tiempo aclarara que está pasando realmente.

Lo que ya me tiene hasta la madre son los “chistes” sobre la influenza que han invadido Internet y sobre todo, Twitter.

Claro, todas las referencias, juegos de palabras, sátiras, parodias, etc, etc, fueron graciosas las primeras, no sé, dos horas. Pero carajo, llevan tres días repitiendo las mismas pendejadas una y otra y otra y otra y otra vez. Cualquier broma, hasta la mas graciosa del mundo, pierde el chiste si la repiten hasta la nausea. Si todos nos pusiéramos a decir Ni! Cada dos minutos, en cuatro horas todos odiaríamos a Monty Python.

Y es que no saben cuando parar; son como niños chiquitos con un carrito de fricción al que le dan cuerda y cuerda hasta que lo rompen. Las bromas son graciosas en gran parte por su carácter inesperado, ingenioso e irrepetible, tres cosas que le han arrancado completamente a lo de la influenza. A lo único que se han dedicado es a reciclar las mismas bromas de siempre (Pizzerolas, López Obrador) y sí, ya TODOS oímos la cumbia de la influenza, dejen de repetirlo. Entiendan, no es fácil ser gracioso, menos aún cuando lo único que hacen es forzar el uso de la palabra influenza en cualquier escenario. Lo peor de todo es que la mayoría de la gente que jamás ha sido graciosa, en este momento se la pasa pensando como contribuir a la “comedia”, por eso tenemos joyas como: “Uy! Oí un ruido en la cocina, ¿será la influenza?” o “No quiero contestar el teléfono, ¿Qué tal que es la influenza?” Dios mío, péguense un tiro. A menos que sean Chidoguan, Kabeza o Jorge Pinto, pueden estar seguros que todo lo que se les “ocurra” no es gracioso y además ya se le ocurrió antes a alguien más y lleva dos días repitiéndolo. Así que cállense.

Ya me cansé de decirlo por Twitter y me han acusado de ”no tener sentido del humor”. Tengo un sentido del humor sano y bien desarrollado, lo que pasa es que ustedes no son graciosos; no me culpen por valorar la comedia y quejarme cuando es violada de esa manera por una chusma que solo repite como perico cualquier cosa que tenga la palabra “influenza” metida con calzador.

Carajo, todos se burlan del humor de La Parodia y La Escuelita, pero los “chistes” sobre la influenza han alcanzado un nivel aún más bajo, si es que eso es posible.

¬¬

P.D. También pueden estar seguros que son bieeeeen originales (y aquí entran varios amigos, me vale madres) con sus avatares con cubrebocas, ¡JA JA! ¡Es que en serio! ¡Es graciosísimo! Porque, ya saben, entre más gente haga lo mismo, es más gracioso. ¿Qué? ¿Nunca han visto a un rebaño de ovejas? ¡Te matan de risa!

Con una chingada, ahora con el temblor estan haciendo chistes Temblor+Influenza=Fin del Mundo. Adivinen a los cuantos minutos ya estaban repitiendo lo mismo.

Ahora mi blog se veria asi:

Los odio, los odio tanto.

3 de abril de 2009

Una del Jueves

A veces –sólo a veces- el Universo se toma un break en su hobby –que consiste en confabularse en mi contra (sí, el Universo, además de expandirse como tanga de gorda y de andar escondiendo de los científicos tres montones de Materia Oscura, también se divierte riéndose de mí personalmente)- y me concede un momento de grata y malsana gratificación. El jueves en la noche venia regresando de la escuela hacia casa – a eso de las 10:30 de la noche. Venía cansado, con sueño y obviamente, con pocas ganas de aguantar la mierda de nadie. Sobre Zaragoza, a la altura de Canal de San Juan, vi por el retrovisor un Peugeot 206 que venía zigzagueando entre los carros. Inmediatamente lo clasifique como un pendejo; no porque viniera zigzagueando –eso todos lo hemos hecho- sino por venir haciéndolo sin necesidad (supongo que sólo para lucirse con sus amiguitos y amiguitas que venían con él). No había necesidad porque no había tráfico; podía cambiar de carril perfectamente sin tener que hacerlo tan violentamente. Podría apostar que venia haciendo ruiditos con la boca. Lo fui siguiendo con la mirada por el retrovisor justo hasta que llego a mi altura; Cuando vi que se disponía a rebasarme por la derecha, mire hacia los vehículos de enfrente haciendo cálculos mentales. Ahí empezó a esbozarse una sonrisa en mi cara. De reojo vi cuando me rebasaba, luego se cruzo a mi carril y ahí fue donde todo se le fue al carajo. Porque lo que el pendejo no vio –y yo sí, unos segundos antes- por venir excitando a sus amiguitas, fue un semáforo que justo estaba cambiando a rojo. Esquivó al Tsuru frente a él, zigzagueando a la derecha de nuevo, pero ahí el carro obviamente se le fue y alcanzo a rozar a un taxi por detrás, el imbecil dio otro volantazo a la izquierda logrando con esto irse a estampar con una Explorer que estaba ya detenida en el semáforo



Imagen cortesía de Google Maps.


Obviamente esto paso en 3 segundos, 3 segundos durante los cuales mi rostro se ilumino con una sonrisa ojete y burlona. El taxista, emputadísimo y con cara de pocos amigo se bajo, lo mismo que el tipo de la Explorer. Yo estaba a pocos metros y pude ver que en efecto, era un pendejito de unos veinte años acompañado de dos parejitas.

En los otros 10 segundos que me tomó avanzar y pasar a su lado, bajé la ventanilla de mi lado derecho. Fue entonces cuando vi su carita pálida y asustada mientras intentaba patéticamente de arrancar de nuevo el auto. Baje aún más la velocidad hasta casi estar parado a su lado y grité lo más fuerte que pude:

-QUE GUSTO ME DA, PENDEJO.

Luego subí la ventanilla y aceleré alegremente al infierno, en donde tengo reservada una suite con vista a un río de lava.

Odio a la gente.